Fernanda Salinas | Investigadora ONG FIMA
Los bosques nativos aportan agua de calidad, en cantidad y de forma permanente. Desde hace décadas los tomadores de decisión alrededor del mundo han elegido conservar los bosques nativos en las cuencas que rodean a las grandes ciudades para asegurar el abastecimiento de agua para el consumo humano, por ser la solución más económica y segura en el tiempo. La conservación de estos bosques permite además la protección de la biodiversidad y ofrece a los habitantes de las ciudades un espacio sano para la recreación y el bienestar, regula el clima, protege los suelos de la erosión y previene la ocurrencia de inundaciones.
En nuestro país, las plantaciones forestales, con especies elegidas por su rápido crecimiento, secan los suelos y generan el descenso en las napas freáticas. En Chile ha sido necesario demostrar lo evidente: a mayor cobertura de bosque nativo en las cuencas, más agua superficial disponible, y por el contrario, a mayor cobertura de plantaciones forestales en las cuencas, menos agua en superficie. Mientras aquí aún se disputan las evidencias, en países como Sudáfrica, las plantaciones comerciales tienen que pedir un permiso especial que señala cuánto y dónde pueden plantar, y además, deben pagar por el agua que consumen desde la década de los 90s.
Chile por sede de la COP25, tiene al sector forestal chileno sosteniendo que es un gran candidato para mitigar el cambio climático, por la rápida captura de carbono atmosférico que podrían absorber sus árboles. Sin embargo, las especies favoritas del sector forestal acentúan los efectos de la crisis climática, tanto por la sequía y escasez hídrica que ya reina en el país, como porque el pino y el eucaliptus son especies pirófitas, amantes del fuego, con alcoholes y aceites inflamables, que contribuyen a la expansión de los incendios, especialmente en las más frecuentes olas de calor.
No olvidemos además, que el sector forestal no planta árboles para dejarlos ahí capturando carbono. Los cosecha cada 10 o 20 años, libera el carbono almacenado de vuelta a la atmósfera. La revisión de 86 investigaciones, señala que los bosques nativos almacenan un 28% más de carbono que las plantaciones.
Simplificar el problema de la crisis climática a una operación aritmética de emisión y captura de carbono, sería un grave error. Implementar una política pública en la que se fomente la captura de carbono con especies que profundizan los problemas de sequía, que favorecen la expansión de los incendios y que van a estar sujetas a cosechas en cortos períodos de tiempo es un sinsentido.
Las investigaciones, y las experiencias alrededor del mundo, señalan que la mejor estrategia para mitigar las consecuencias de la crisis climática es, por un lado, reducir las emisiones, y por otro, proteger los bosques nativos y los ecosistemas naturales existentes, estableciendo medidas efectivas para favorecer su regeneración y recuperación natural, y utilizarlos de manera sustentable. Las áreas que requieran de actividades de restauración ecológica activa para recuperar servicios ecosistémicos perdidos, deben ser priorizados de manera participativa en los territorios.
Esperamos que las autoridades puedan entender y tomar decisiones acorde a la profundidad de la crisis climática, y no cedan ante las presiones empresariales que entienden esta crisis como una oportunidad para seguir con los negocios de siempre, comprometiendo el bienestar de las personas y de los ecosistemas que las sostienen.